jueves, 16 de diciembre de 2010

Una mujer tiene que pedir. Si no pide, se olvidan de darle. Y cuando le dan porque ella pide, recibe con dolor.Le parece que crece con apuro, pero siempre esta igual, desvalida detras de su armadura segura o indiferente. Una mujer no sabe perdonar porque no tiene acceso al olvido. Desde niña le han ordenado: "No te olvides!", y ella penso que no tenia que olvidarse de nada.Y cada dolor esta en ella tan crudo, tan vivo, tan presente, que para aliviarlo tiene que vengarse. Casi nunca cuenta cual es su venganza, porque teme ser castigada. La han castigado tanto ya!. Sus venganzas, tontas, sutiles o monstruosas, son su unico secreto. No se las confia a nadie. De nada servira entregarlas a alguien que las volviera en su contra. Una mujer imagina tan violentamente, que es como si viviera lo que imagina. Ve cine en el techo de su cuarto y es la protagonista de peliculas que ninguno sospecharia. Tal vez sea ella misma solamente cuando se sueña, se inventa, se sumergue en ese cine solitario de su pensamiento. Y a veces, ese cine solitario de su pensamiento es el unico pensamiento sobre ella que rueda por el mundo. Las largas horas de la soledad le han impuesto su titulo de solitaria, de soñadora, de inventora, de creadora de irrealidades que son su precaria realidad posible. ¿A una mujer quien la nombra, quien le dice su nombre? Casi nadie. Podria ser cualquier mujer y no ella en el momento mas hondo del amor, cuando le hombre le dice: "amor", le dice "corazon", le dice "cielo"... pero no le dice su nombre, el nombre que la dibuja, que la colorea, que la recorta de las fotografias. Una mujer casi nunca esta entera. Fue haciendose de a poquitos y tambien se morira de a poquitos. Porque una mujer no es una fruta que se desprende de pronto de un arbol, como los hijos, como los hombres. Es una flor que se va deshojando petalo a petalo, avergonzandose de su sufrimiento, pero aceptandolo como un rito, como una obligacion, o una maldicion ancestral. Una mujer esta expuesta y casi siempre en carne viva, cicatrizando. Tapandose las heridas para que no le echen vinagre sobre ellas. Los hombres no pueden resistir la tentacion de echar vinagre en las heridas y ponen la excusa de intentar curarlas asi. Por eso justifican las luchas, las guerras, las competencias despiadadas y crueles y las tildan de necesarias y beneficiosas. Una mujer aun derrotada, deshecha, deshauciada, lucha igual. Vuelve a empezar. Vuelve a repetir los gestos del amor, de la desolacion, de la espera, de la perdida, de la despedida, de la credulidad, del asombro. Y repite las mismas preguntas una vez, mil veces, un millon de veces, aunque la respuesta no sea la buscada, la esperada, la necesitada, la que la resucite o la haga brillar. Y seguira preguntando incansablemente, insaciablemente. Seguira preguntando: ¿Me queres?, ¿Me queres?, ¿Me queres?.